Se me va pasando el tiempo, entre idilios y rencores, bocanadas y tragos, el mismo veneno de la noche, de saber el camino desdibujado, de conocer las horas pasadas el futuro seguro decidiría asomar su rostro en la dirección contraria del umbral pesado de piedra mustia, por el cálido olor a piel quemada, por el sol inclemente de las tardes inertes, ahí en el patio de los recuerdos, el sol y el agua, el limón y la sal, las sillas blancas que cortan nuestras piernas, la marea de risa que anuncia la nostalgia y melancolía, cuando se iba el día, bajaba la noche, aún fresco el clamor de los anhelos, reverberaba la antesala de los sueños, no quería dormir, ¿para qué?, aquí y ahora, allá y entonces, igual las horas de piedra caen en los arrabales del destino, en la música sombría del tic y el tac del reloj etéreo, del falso tiempo, pesados los recuerdos, se va pasando el tiempo, encoge y estira, arroja la plusvalía, se deviene la verdad dibujada en números superfluos, así se me va pasando el tiempo, entre idilios y rencores bocanadas y tragos...
Otra vez en la encrucijada de mi acostumbrada vigilia El silencio reverberando en lugar de tu compañía atemporal y como siempre, desde mi balcón, agito la copa vacía Pero tu ausencia no escucha los ecos de este momento ideal Tu soliloquio escurre las palabras que espero con demasía Sigues postergando mi estadía junto a tu sitial Porque nuestra geografía se vuelve distancia imposible de franquear Está fraguada por linderos y mares de ansiedad Se devela que no hay atajos, ni recodos para quien no quiere llegar Demuestra ese hábito tu mirada al virar lejos de mi soledad Siempre a paisajes ajenos a mi sabana suele vislumbrar Incuestionablemente la cuestión suele aflorar ¿no hace mella mi letanía en tu individualidad? ¿No acorta los pasos mi verborragia ensimismada al gritar? No queda más que hacia atrás empezar a marchar en soledad Devolver los pasos, que, aunque perdidos, sus huellas algo nos deberán enseñar
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