Aquí y ahora las viejas cartas rotas sobre la mesa y un olor a sepia deambula por la habitación principal, sí, la misma del ventanal, allí en la alfombra descansan las horas de piedra que caían con nuestras carcajadas, son la huella indeleble de momentos estáticos y ahora llenos de ceniza, justo detrás de la colcha se encuentra nuestro primer beso, descansa bajo almohadas perdido entre nuestros deseos, desperdigados los sueños que escribimos en el sol, ausentes los nervios y las mentiras, se perdieron entre la rutina, que acumulada en la esquina aún sigue descomponiendo el paisaje de nuestras vidas, el sillón dónde comimos, el olor al perfume del vaticinio, las cartas vuelan de la mesa a la puerta, el umbral dónde nos despedimos, tratan de revivir nuestra historia de vida, así se destilan los días de sol y las noches de luna, pasan de nuevo por el ojal del tiempo, todo estático y en el mismo lugar que lo dejamos, ahí en nuestra pieza, las losas se quedan marchitas, mientras se cierra la puerta así como aquella vez lo hicimos, dejándolas de nuevo, para que la luz no pueda hacerle compañía.
Otra vez en la encrucijada de mi acostumbrada vigilia El silencio reverberando en lugar de tu compañía atemporal y como siempre, desde mi balcón, agito la copa vacía Pero tu ausencia no escucha los ecos de este momento ideal Tu soliloquio escurre las palabras que espero con demasía Sigues postergando mi estadía junto a tu sitial Porque nuestra geografía se vuelve distancia imposible de franquear Está fraguada por linderos y mares de ansiedad Se devela que no hay atajos, ni recodos para quien no quiere llegar Demuestra ese hábito tu mirada al virar lejos de mi soledad Siempre a paisajes ajenos a mi sabana suele vislumbrar Incuestionablemente la cuestión suele aflorar ¿no hace mella mi letanía en tu individualidad? ¿No acorta los pasos mi verborragia ensimismada al gritar? No queda más que hacia atrás empezar a marchar en soledad Devolver los pasos, que, aunque perdidos, sus huellas algo nos deberán enseñar
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