Nací una tarde plomiza de junio, reberveraba el sonido del viento en las paredes de un cuarto mustio que respiraba vicios pasados, allí luego de saltar al charco de la calle mis pies empezaron a echar raices en una ciudad que nunca ha estado conforme con mi estadía en sus callejones, luego fue pasando el tiempo y como un árbol estático decidí dar sombra a esa ciudad que mostraba signos de asco cada vez que el viento soplaba por mis hojas y emitía el silvido profundo que hace aparecer a las melancolías más fuertes, así pasan los minutos y veo lentamente caer una a una mis hojas marchitas, como la plusvalía del tiempo revienta mis raíces, veo resquebrajar el pavimento que sostiene mi copa, así pasan los días hasta ahora, aún..sin querer...me quedo aquí...mientras esta ciudad escupe en mis raíces por romper el pavimento vacío de su fachada cosmopolita que esconde un pequeño pueblo harto de calor y de mentes cerradas que bajan las santamarías a próximos triunfos del futuro.
Otra vez en la encrucijada de mi acostumbrada vigilia El silencio reverberando en lugar de tu compañía atemporal y como siempre, desde mi balcón, agito la copa vacía Pero tu ausencia no escucha los ecos de este momento ideal Tu soliloquio escurre las palabras que espero con demasía Sigues postergando mi estadía junto a tu sitial Porque nuestra geografía se vuelve distancia imposible de franquear Está fraguada por linderos y mares de ansiedad Se devela que no hay atajos, ni recodos para quien no quiere llegar Demuestra ese hábito tu mirada al virar lejos de mi soledad Siempre a paisajes ajenos a mi sabana suele vislumbrar Incuestionablemente la cuestión suele aflorar ¿no hace mella mi letanía en tu individualidad? ¿No acorta los pasos mi verborragia ensimismada al gritar? No queda más que hacia atrás empezar a marchar en soledad Devolver los pasos, que, aunque perdidos, sus huellas algo nos deberán enseñar
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