Se acaba el tiempo, mi tiempo de ceniza, víctima de malas horas y desencajadas avaricias, sabelotodo maldito, destino juegas sucio, aquí aparecen los ases bajo tus mangas, mi risa rota en la mitad del cielo amarillo de fotografías marchitas en las gavetas olvidadas por los creadores y sus manos jóvenes que nunca decidieron sacar al sol los recuerdos prematuros, así de insólito se reflejan las miradas en playas de lágrimas de cristal, en su fondo barcos de piedras anuncian los naufragios sombríos de cada etapa de mi estadía en este desierto de tierra y sal, cal amarga que quema la piel del tiempo, lo desvanece y añora cada vez más el agua prohibida de la razón y las noches de paz que le robaba su destino, se quedaba con madrugadas de humo y perfume dulce de frutas destrozadas en el suelo, como el malgasto de excesos desmedidos que ahora forman parte de un rompe cabeza podrido y que deja un olor a nostalgia no tan dulce como esperaba al caer esa noche, en el sofá, en las estrellas...
Otra vez en la encrucijada de mi acostumbrada vigilia El silencio reverberando en lugar de tu compañía atemporal y como siempre, desde mi balcón, agito la copa vacía Pero tu ausencia no escucha los ecos de este momento ideal Tu soliloquio escurre las palabras que espero con demasía Sigues postergando mi estadía junto a tu sitial Porque nuestra geografía se vuelve distancia imposible de franquear Está fraguada por linderos y mares de ansiedad Se devela que no hay atajos, ni recodos para quien no quiere llegar Demuestra ese hábito tu mirada al virar lejos de mi soledad Siempre a paisajes ajenos a mi sabana suele vislumbrar Incuestionablemente la cuestión suele aflorar ¿no hace mella mi letanía en tu individualidad? ¿No acorta los pasos mi verborragia ensimismada al gritar? No queda más que hacia atrás empezar a marchar en soledad Devolver los pasos, que, aunque perdidos, sus huellas algo nos deberán enseñar
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