Pesa la noche...no pensé que lo haría, las palabras que brotan del vaso de vino, como la copa se quiebran en el aire, son simplemente reflejos de un pasado etéreo, raro es el destino y mis manos añejadas a la rutina, no soy yo, es aquel quién me ve sentado en el espacio del futuro lejano que quedó tan rezagado en su propia cabeza, labios de sol...como las mañanas irrelevantes de agosto, son las horas infinitas de junio iguales a las sobras de las noches de mayo, arrogante como si fuese libre de su destino mira con desdén su futuro, ríe de su reflejo borroso entre el whisky y el alquitrán inhalado, desperdicia otro minuto de su presente y decide patear el asfalto otra noche más cuando el alma no cargaba el peso del pasado, cuando la vida parecía más abierta como el ventanal de su cuarto, así se quedó ahí sin preocuparse por aquel que lo veía con envidia desde su futuro y prometiéndose a si mismo que nunca sería él, así se le pasó la vida y regresó al mismo sitio que tantas veces repudió, olvidado por el pasado inadvertido se encontró en su futuro sin querer estar sumido en el delirio de no volver a atrás.
Te sienta bien el velo del silencio… Porque ya no oculta la máscara de ese sentimiento El palpitar ambivalente que se asomaba en cada uno de nuestros encuentros Si tu pensamiento no quería cuestionamiento alguno Era mejor dejar pasar las horas en tu somier taciturno …No abrir excusas, dilatar angustias, salar heridas… Buscar plegarias en sitios a oscuras para no ver las manos que rezaban ciegas en un mar de esperas Que era mejor vagar por tu soliloquio, enfrascar la razón, cambiar de piel en cada estación Intransigente y cerrada, siempre enrevesada en el plexo de tu inmensidad La vanidad de ser tu profundidad, la de tu hermética poesía, la misma que será tu eternidad Alhajas de sal, quimera de cal, luces de bar, una estela de angustias en las dunas de nuestro mar…
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