la altura de mi trono no alcanza a ver los ojos del sol
sin embargo, me regala una belleza suburbana y su decadencia majestuosa
propia de una metrópolis de nadie
las luces lloran allá afuera por la lluvia
Dentro... el frío arrecia a los huesos
no el frío clima, no...ya eso es costumbre de medianoche
me repito lo mismo de hace 3 horas, no vas a salir hoy
pienso en lo cobarde que soy
se me pasa y abrazo las ausencias de nuevo
son cada vez más volubles
casi tangibles
el tiempo en carne y hueso
helado en su tuétano
sin la compañía de mis fantasmas,
pues verán, no consiguen dar conmigo desde que partí
como almas deambulantes deben estar atormentando otro pobre ser...
fuera de contexto y anacrónicas imágenes de mi pasado en otros ojos ajenos
arreció la lluvia, preparemos ese café, no té, café, no, chocolate menos...
mi tradición caribeña oculta entre mi dermis ha encontrado a través del frío una salida
frío de alturas poco amigables, páramos de soledad, humedal de sollozos
se me olvidó el agua...hierve...es lo único que bulle en esta ciudad
hierve al revés, es un eterno llanto que azota las ganas
nuevo café, nuevo sabor, viejo aroma de melancolía matutina
y vuelven los espacios perdidos pero nunca olvidados
mira la hora, tocan la ventana...otra vez
las calaveras de mi soledad, ¿es hora ya?
me arrullarán temprano hasta el amanecer, frío, nunca cálido
aunque el sol aquí sale una hora más tarde que en mi vida pasada
me serviré un soliloquio matutino, funciona como tormento de mi mismo ser.
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