Así se escapa el tiempo, entre las horas y el viento, la noche y el día, el agua y el alcohol, como el devenir de los segundos, inmerso en su pasado, descosiendo el presente para saborear su futuro, lejos, en un ambiente sin premonición, ahí vaciará sus horas, se desvelará y caminará inerte, sin pasado en el presente, sin las horas de piedra ni el ventanal permanente, la habitación camaleón se desvanece, es intermitente, caminar en el frío persistente, en la tarde nublada de su mente, se fue una etapa, la de la mente, indeciso aún está del remitente que en sus cartas colocará por siempre, un paso más lejos de ese sol incandescente, la niebla y el frío, el alcohol y el desvarío, y no quiso pensar en el espacio insolente, que le devuelve la mirada airada y sus ráfagas de ilusión, así se despide de la tierra de la confusión, le dice adiós a las madrugadas perdidas, bendice las calles marchitas, se sienta en el asfalto de sus días y se despide del calor eterno de los días de luna y las noches de sol, como aquel viejo recuerdo de sal, del reloj y el agua eterna de sus noches venideras, de la savia del cuerpo eterno de la noche marabina y el rumor del marullo que la brisa ondea, un paria...en el océano de piel, en la marea humana, se va por la puesta del sol, esperando el amanecer entre la niebla y el frío, por la noche y el hastío, volver a encontrar el camino de regreso al sentido, en dirección correcta de un mar de esperas, de un velo de neón y la calma de su habitación.
Te sienta bien el velo del silencio… Porque ya no oculta la máscara de ese sentimiento El palpitar ambivalente que se asomaba en cada uno de nuestros encuentros Si tu pensamiento no quería cuestionamiento alguno Era mejor dejar pasar las horas en tu somier taciturno …No abrir excusas, dilatar angustias, salar heridas… Buscar plegarias en sitios a oscuras para no ver las manos que rezaban ciegas en un mar de esperas Que era mejor vagar por tu soliloquio, enfrascar la razón, cambiar de piel en cada estación Intransigente y cerrada, siempre enrevesada en el plexo de tu inmensidad La vanidad de ser tu profundidad, la de tu hermética poesía, la misma que será tu eternidad Alhajas de sal, quimera de cal, luces de bar, una estela de angustias en las dunas de nuestro mar…
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