Se
le cansó el alma de arrastrar sus huesos
Limpió
de su solapa los imperdibles
Y
desplomado por el peso de las tangibles carnes
Bajó
los brazos se rindió al andén de los espejismos
Repartiendo
ramos de soledad a los callejones de luz
Quiso
el cielo volver por la vacua ensenada
Destilando
gotas de vacío zigzagueaba las calles amanecidas
Nunca
las perdonó y sin embargo su ritmo tararea
Dibujaban
las horas en piedra lo tardío de su parecer
No
le permitió la pesquisa del alma su tiempo
y
desvelaba la mirada aciaga a una quimera en madrugada
para
no volver a encausar su misma naturaleza ensimismada
Ni
permitir a la altanera paciencia cuestionar su hastío
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