Nací una tarde plomiza de junio, reberveraba el sonido del viento en las paredes de un cuarto mustio que respiraba vicios pasados, allí luego de saltar al charco de la calle mis pies empezaron a echar raices en una ciudad que nunca ha estado conforme con mi estadía en sus callejones, luego fue pasando el tiempo y como un árbol estático decidí dar sombra a esa ciudad que mostraba signos de asco cada vez que el viento soplaba por mis hojas y emitía el silvido profundo que hace aparecer a las melancolías más fuertes, así pasan los minutos y veo lentamente caer una a una mis hojas marchitas, como la plusvalía del tiempo revienta mis raíces, veo resquebrajar el pavimento que sostiene mi copa, así pasan los días hasta ahora, aún..sin querer...me quedo aquí...mientras esta ciudad escupe en mis raíces por romper el pavimento vacío de su fachada cosmopolita que esconde un pequeño pueblo harto de calor y de mentes cerradas que bajan las santamarías a próximos triunfos del futuro.
Te sienta bien el velo del silencio… Porque ya no oculta la máscara de ese sentimiento El palpitar ambivalente que se asomaba en cada uno de nuestros encuentros Si tu pensamiento no quería cuestionamiento alguno Era mejor dejar pasar las horas en tu somier taciturno …No abrir excusas, dilatar angustias, salar heridas… Buscar plegarias en sitios a oscuras para no ver las manos que rezaban ciegas en un mar de esperas Que era mejor vagar por tu soliloquio, enfrascar la razón, cambiar de piel en cada estación Intransigente y cerrada, siempre enrevesada en el plexo de tu inmensidad La vanidad de ser tu profundidad, la de tu hermética poesía, la misma que será tu eternidad Alhajas de sal, quimera de cal, luces de bar, una estela de angustias en las dunas de nuestro mar…
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